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Posts Tagged ‘ausencia buenos modales’

El lenguaje empleado por los hispanohablantes en la Argentina se deteriora velozmente. Vocablos groseros e insultos al por mayor en algunos programas de televisión, ausencia de buenos modales y frases de cortesía en las conversaciones públicas, desinterés de los periodistas por el buen uso del español, y jóvenes que se comunican con un puñado de palabras.

Cartel. San Martín de los Andes.


La calle puede proporcionarnos ejemplos del empobrecimiento y la chatura de nuestro vocabulario: ¡No tengo más… papá…!’, le advierte un canillita a una persona que se acerca al quiosco que distribuye diarios gratuitos; un agente de policía le ofrece su asiento a una mujer en un ómnibus repleto de pasajeros, sin recibir un gesto, un ademán o el merecido: ¡Muchas gracias!; un dependiente en un comercio atiende a un cliente y en vez de darle los buenos días lo recibe con un… sí…, pronunciado secamente: ‘see…’; una joven, sentada con las piernas cruzadas en el asiento del micro, con un pequeño alambre en el labio inferior, auriculares, anteojos y polainas negras, y con un chupetín multicolor en su boca, hace dos llamados a través de su teléfono celular: el primero lo inicia con la expresión ¡Hola…cabeza de termo…!, y el segundo, ¡Marta… hija de puta…!; un conductor de un programa de radio inicia una entrevista a un secretario de Economía con la pregunta poco periodística: ¿Cómo andan los números, estamos en caída o los vamos manteniendo…?; y una cantante de tango dice durante una entrevista en un programa de televisión: ‘Yo no soy muy democrática, te lo voy a decir, así de una, te lo digo con todo el corazón, soy muy taxativa en las expresiones, pero después soy una pelotuda, pero expresivamente soy una mina que te digo… viene un  mozo… aceto no… no me rompan las pelotas… aceto no’.

La vulgarización en el vocabulario cotidiano, el habla limitado en los procesos comunicativos, los errores ortográficos de los estudiantes en los tres niveles, la falta de lectura, el lenguaje soez que utilizan numerosos conductores de programas de radio y televisión, y el hablar chabacano y sucio de los personajes mediáticos que tienen miles de seguidores adolescentes y adultos, nos indica el deterioro que padece nuestra lengua materna.

Entretenimiento

Aunque la televisión e Internet sean instrumentos estupendos para la adquisición de conocimiento, la computadora una máquina fascinante para el aprendizaje, y el teléfono celular un aparato versátil para construir comunicaciones, dichas tecnologías no sirven si la familia y las instituciones encargadas de la educación y formación de las nuevas generaciones fallan en el proceso de endoculturación de los niños.

El uso de las redes sociales que ofrece Internet, y de los tradicionales medios de comunicación pueden dar la sensación de una sociedad híper informada y comunicada, pero si se escarba un poco en los procedimientos se pueden descubrir que los procesos que allí se gestan están más vinculados al entretenimiento y la información que a la comunicación.

Enviar constantemente archivos adjuntos con contenidos graciosos a otras personas a través del correo electrónico no pertenece a un proceso comunicativo; mandar mensajes de texto abreviados por el teléfono celular entorpece el aprendizaje del idioma; permanecer muchas horas al día enchufado con auriculares obstaculiza la comunicación con el entorno; charlar a través de las máquinas no es lo mismo que un diálogo cara a cara; tener numerosas fotografías de personas que apenas conocemos a través de la red sin poseer una simple imagen de los abuelos, no ayuda a la comunicación familiar; y si en un hogar, un niño con la boca entreabierta acumula saliva frente al televisor, su hermano chatea sin descanso con alguien en la red, mientras sus padres responden mensajes en sus teléfonos móviles, la familia está incomunicada o al borde de la incomunicación.

Esténcil sobre una huelga de maestros.

A ello hay que agregarle la queja que se escucha a diario en padres y docentes en nuestra sociedad: Los chicos no leen, dedican muy poco tiempo al estudio, se comunican con un manojo de palabras y llegan a la universidad con muchos errores de ortografía. Es cierto… ¿Pero… de dónde proviene el desinterés por el conocimiento, el estudio y la lectura en nuestros jóvenes? ¿Es justo endilgarles la falta de interés por un buen empleo del idioma, cuando las instituciones, personas mayores y muchos medios de comunicación utilizan un pobre y maltrecho lenguaje para comunicarse?

Conversaciones públicas

Además del desinterés de los jóvenes por la lectura, el aprendizaje, y el conocimiento del idioma, hay otro escenario donde se detecta la rusticidad del lenguaje: los ambientes de los organismos del Estado, los espacios dedicados al comercio, y la calle.

Es sabido por todos la falta de reglas de cortesía, buenos modales y gestos de respeto, hacia los ancianos, y personas en general, en las conversaciones que se producen en la vía pública, en los mostradores y lugares de atención en las instituciones estatales, y en los lugares del comercio.

El maltrato que algunos empleados de comercio proporcionan a los clientes es casi contradictorio con los fines del mercado: persuadir para promocionar y vender productos y servicios.

Para botón de muestra, y describir cómo es un dependiente de malos modales, basta mencionar a Gustavo Daniel Gallardo, quien integra el ‘Departamento Ventas Profesionales’ en la empresa de productos fotográficos, Santiago Distrifot SRL, ubicada en la avenida San Juan, de la Capital Federal. Gustavo, con un lenguaje un poco pedante, tosco y dueño de tratos incorrectos, repite un tic ante cada pregunta: ‘No… no…  eso no lo tenemos’, y ante el siguiente pedido, ‘No… no… eso no…’, sin ofrecer una ayuda, una salida, una solución, frente a las necesidades del cliente.

No sabemos los objetivos de su parla, de su verbosidad insustancial, de su incapacidad e impotencia de construir un diálogo e interactuar con los compradores. No pretendemos que aprenda un manual de atención al público o que haga honor al eslogan de la empresa y ‘entienda de imágenes’ o sepa de fotografía, sino que sea amable, atento, servicial, modesto, y que sus respuestas no se conviertan en un desprecio a su interlocutor.

El papel de los medios

Son numerosos los responsables de la degradación del lenguaje en nuestra sociedad: las universidades, las escuelas, los organismos del Estado, la familia y los medios de comunicación.

En este panorama, la misión y función de los medios de información es primordial, ya que los receptores toman e imitan inmediatamente los modismos, frases e incorrecciones de la lengua difundidas a través de la prensa, las emisoras de radio y televisión, e Internet.

En ello, son responsables las empresas editoriales y los periodistas que construyen las informaciones, noticias y los programas de entretenimiento. En esto se producen dos instancias: los programas de TV que dejan e incitan a los entrevistados a que el vocabulario soez fluya con la sola intención de incrementar la cantidad de telespectadores, y aquellos que construyen un lenguaje periodístico pobre, con extranjerismos y neologismos innecesarios incluidos, debido a la pereza, falta de conocimiento, interés, educación, pedantería, y esnobismo.

El mercado, que actualmente lleva en andas a la cultura, la educación, la ciencia y el conocimiento, proporciona herramientas extraordinarias jamás vistas en la historia de la comunicación humana, sin que los usuarios las aprovechen para el aprendizaje de la lengua y la comunicación.

Puede parecer de Perogrullo, pero el entretenimiento, trivial, atolondrado y ligero que ofrecen los medios audiovisuales le quitan espacio a la comunicación, y nos coloca en una situación de pobreza cultural, en un escenario donde los miembros de una comunidad se desenvuelven con menos lenguaje y más necios.

Una sociedad que emplea los comportamientos que hemos descripto se forja con un lenguaje enclenque, que empobrece su comunicación y pensamiento y que está más cerca de construir una base de incomunicación que la comunicación que necesita un sistema democrático para subsistir.

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