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Algunos periodistas en la Argentina hablan o escriben a la bartola, mientras que otros, embobados por el poder político, imitan el demagógico discurso oficial de los gobernantes. Sin importarles el buen empleo del lenguaje en el periodismo, abusan de frases poco periodísticas, clichés, extranjerismos innecesarios, eufemismos, latiguillos, y otras partículas que entorpecen la decodificación del mensaje. Las causas: desinterés por la lengua, ignorancia, moda, esnobismo, imitación, y sobre todo dejadez. Sin interés por convertirnos en el abogado del diablo, daremos cuenta aquí de algunas frases que reflejan cierto empobrecimiento en el lenguaje periodístico. 

 

Por la muerte del fiscal Alberto Nisman se produce una marcha de ciudadanos en la Plaza de Mayo en la ciudad de Buenos Aires. El conductor de un programa en Radio Mitre se comunica con el móvil que se halla en ese espacio cubriendo esa información. En el contacto se produce el siguiente diálogo: ‘¡Buenas tardes!… como escucharás aplausos cerrados… en silencio, sin gritos, sin cantos, en la histórica Plaza de Mayo, con mucha presencia policial […]’.

¿ Aplausos cerrados ? ¿ Ja, entonces… quiere decir que existen simplemente ‘aplausos’  y ‘aplausos abiertos’ ? ¿ Cómo serán los aplausos abiertos ?

Otro error en el periodismo son las preguntas estúpidas que efectúan ciertos periodistas encargados de los móviles de las estaciones de radio. Cuando el intrépido comunicador está frente al político, que acaba de hacer una maniobra en los medios de comunicación para mejorar su imagen ante la sociedad, el periodista le pregunta a boca de jarro: ¿ Está usted en campaña ? Con el desconocimiento brutal que un político siempre está en campaña, desde que se levanta hasta que se acuesta, los 365 días del año.

El periodista Hernán Brienza de Radio Nacional, da crédito de lo expuesto aquí respecto de la repetición que hacen algunos periodistas absortos por poder político. Inicia su programa Argentina tiene Historia con el doblete demagógico presidencial: ‘Buenas noches a todos y todas […]’. Es la frase populista que emplea la presidenta Cristina Kirchner cada vez que inicia un discurso en cadena nacional: ¡ Buenas tardes, a todos y todas !  

La imitación puede convertirse en la peor de las técnicas en el periodismo. Aquí, la clásica pregunta que formulan los periodistas a un rehén recientemente liberado: ¿Te trataron bien…?

Que quede claro: Ninguna persona secuestrada, retenida, o privada de su libertad, puede haber sido tratada bien.

Siguiendo con las imitaciones, otra incorrección es la copia de las palabras que suministra el poder político. Un funcionario del Estado informa a los periodistas sobre la usurpación de valiosos terrenos por parte de un grupo de vecinos. Para mandarse la parte trata el asunto con la frase, ocupación VIP y okupas. El periodista -como una fotocopiadora- repite ‘okupas han tomado determinado terreno o predio’, etcétera. Los tomadores del predio en forma ilegal no son okupas. ‘Son usurpadores de tierras’ porque lo que se produjo es una ‘usurpación’. El periodismo tiene la obligación de expresar las cosas por su nombre.

Y por favor, utilizar la preposición ‘ante’ en lugar de la frase antiperiodística: De cara a… Los redactores la emplean para todo:De cara a las elecciones…’, ‘De cara al Mundial 2022, Qatar muestra sus avances…’, ‘El piloto […] comenzará hoy en Alemania con las pruebas de entrenamiento de cara a las 6 horas de Nürburgring […]’, publica el diario La Mañana Neuquén, o ‘De cara al inicio escolar […]’, escribió la emisora AM550, porque ahora las radios también escriben noticias en sus sitios web.

A todos los redactores de los gabinetes de prensa de los organismos públicos: Por favor… no escriban la frase, fulano de tal… Mandato cumplido… ¿ Por qué ? Porque si la finalidad es escribir un texto periodístico, lamento decirle que ‘mandato cumplido’ -que proviene del lenguaje administrativo- es una de las expresiones más antiperiodísticas e innecesarias que existen. El boletín de prensa de la Municipalidad de Neuquén tituló: ‘Quiroga almorzó con seis intendentes mandato cumplido’. Con ese criterio tendríamos que andar por la vida diciendo, el general San Martín mandato cumplido, Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano mandato cumplido…, je, je… para la ocasión hubiese bastado con ‘ex intendentes’. El empleo del enunciado ‘mandato cumplido’ en el título de la información municipal no solamente es incorrecta y típica copia de un redactor de obediencia debida, sino que también fue desacertada, porque uno de los seis jefes comunales que se sentó a comer con Horacio Quiroga no tiene el mandato cumplido.

Otra pregunta, que delata que la holgazanería propina daños en la estructura del lenguaje periodístico, es la que utilizan algunos periodistas cuando hacen entrevistas a contadores o economistas vinculados al ámbito de esa disciplina: ¿Cómo andan los números?, consultan ciertos periodistas que no se sonrojan con nada y que hablan con un puñado de palabras. La locución, es muy amplia, muy ambigua, muy imprecisa y extremadamente pobre, para iniciar una entrevista con un especialista en finanzas.

También, algunas personas que conducen indebidamente programas de radio y TV, deberían evitar esas muletillas tan ordinarias, esos parásitos lingüísticos que se adhieren a nuestra lengua cotidiana como: hoy por hoy…, a ver…, vamos por más…, obvio…, digamos…, ¡ mi amor… !

Ah… dos frases que se emplean con bastante frecuencia en el periodismo y que no me quedan muy claras: la primera, muy utilizada en la crónica policial, es ‘tensa calma’. Me pregunto, ¿ algo que está tenso puede estar calmo ? La segunda es: ‘Deslindar responsabilidades’. Ante cualquier delito o conducta indebida de un agente administrativo, sea en los estados, nacional, provincial o municipal, se escucha a un funcionario decir la temeraria consigna: Se hará un sumario o se tomarán las medidas pertinentes para deslindar responsabilidades. Es una expresión muy empleada en la administración pública y en el lenguaje jurídico, y repetida hasta el cansancio por los periodistas. Mi duda es: ¿ En algunos casos, en lugar de deslindar, el sumariado no debería asumir responsabilidades ?

Por supuesto que esto de deslindar o asumir responsabilidades es para los mortales de carne y hueso, no para los políticos. En el procesamiento judicial por presunto cohecho al vicepresidente del país, Amado Boudou, en la causa Ciccone, el diputado ultrakirchnerista Fernando Navarro opinó sin vergüenza que para descomprimir la situación política de la presidenta, Boudou debería pedir licencia. ¡ Jo, jo… minga de asumir responsabilidades ! 

 

Juan Mario Galdeano

 

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Bandera 'gigante', en el Municipio de Neuquén.

Bandera ‘gigante’, en el Municipio de Neuquén.

 

Pese a que el intendente Horacio Quiroga afirmó en un programa de TV que no concurre a misa porque no le gusta el populismo y la demagogia, la gacetilla del municipio informó que el jefe comunal festejó con una masa popular de vecinos el triunfo que obtuvo la selección de fútbol de la Argentina ante el equipo suizo. La referida publicación explicó también que ‘en el lugar se dispuso la colocación de una pantalla gigante y la con la participación de 2.000 vecinos de esta ciudad y aledañas, las actividades comenzaron a las 11 con la presentación de una banda musical, animación, regalos, merchandising, juegos con el público y mucho colorido’. (¡Menos mal que al intendente no le gusta el populismo y la demagogia…!). 

Pero… el ataque ciudadano, patriótico y chovinista de la hinchada duró poco. Minutos más tarde los seguidores de la selección de fútbol de Argentina se reunieron con otros hinchas en el centro de la ciudad de Neuquén. Mientras cientos de personas se amontonaban alrededor del monumento al general San Martín, para festejar el triunfo, algunos jóvenes neuquinos aprovecharon tanto histrionismo patrio para dar rienda suelta a esa costumbre tan neuquina y marginal de romper todo lo que aparente ser útil, propio o ajeno. Bajo el monumento nacional, con colores, consignas y gritos nacionales, un grupo de jóvenes neuquinos comenzó a destrozar el mobiliario urbano, automóviles y vidrieras de comercios, lo que produjo una refriega con la policía. Por tal motivo, al día siguiente, ese mismo boletín dijo que Quiroga determinó que ‘a partir de los los hechos de violencia ocurridos ayer, decidió suspender la emisión de los partidos de la selección nacional en pantalla gigante que se realizaba en las instalaciones del gimnasio del Parque Central […]’.

Un locutor dialoga con un periodista de una radio extranjera. Cuando finaliza la entrevista el conductor del programa argentino le envía un abrazo gigante; una publicidad de comidas rápidas, que se difunde por una radio de frecuencia modulada, informa a los oyentes que por tantos pesos se puede disfrutar de una hamburguesa gigante; el diario La Mañana Neuquén informa a sus lectores los actos realizados por el Día de la Bandera: ‘[…] Los festejos concluyeron cuando desde el techo del edificio municipal se desplegó una bandera gigante de la ciudad […]’.

Es que… la palabra gigante está de moda en la Argentina, y ahora todo lo que es ‘grande’, de ‘grandes dimensiones’, ‘enorme’, ‘amplio’, ‘ancho’, ‘extenso’, o ‘voluminoso’ es gigante.

Otro de los vocablos que estropea el vocabulario de nuestro idioma español, es el anglicismo innecesario premium. El diario Clarín dice en una nota sobre negocios inmobiliarios: ‘La mayoría de edificios de oficinas premium están dispuestas en el área […]’. Pero… si desea hacer un asado y quedar bien con los invitados tiene que comprar carne premium; asarla con cualquier leña no sería una buena idea, por tanto hay que elegir la madera que se comercializa en una bolsa de nailon con 4 kilos de matasebo, que tiene una leyenda que dice: leña premium; para no quedarse atrás también puede hacer las ensaladas con tomate premium, y finalizar la comida con un postre a la altura de las circunstancias: helados… que están cada vez más caros, pero son premium. Empero los términos publicitarios no son solamente para la gastronomía. Las naftas de buena calidad también son premium; los pañales, los preservativos, las toallas femeninas, también se presentan en versiones premium.

Es que… el término premium está de moda en la Argentina, y todo lo que se considere de calidad superior, de excelencia, de gama alta, es *premium.

Otra palabra que fascina -especialmente a los porteños- es vintage. ‘Hicimos canciones vintage… fue muy gracioso… estamos muy vintage…’, dice una joven porteñita que promociona su espectáculo durante una entrevista radial; en una conversación en una emisora, una locutora le comenta su compañero de trabajo que fue a comprar una licuadora a un negocio de electrodomésticos, pero que no pudo hallar la que buscaba… ante esa situación el locutor le pregunta… entonces vos buscas una licuadora vintage…; mientras una crónica sobre colecciones de juguetes en el diario Tiempo Argentino dice: ‘Con la renacionalización van a aparecer cada vez más coleccionistas de YPF, se va a generar un mercado vintage, augura Gustavo Celedoni, vendedor de camiones de juguete de YPF de los años 40 a unos 6.000 pesos’.

Forasteros sin pasaporte

Cuando ciertos vocablos -sean españoles o extranjeros- ingresan en el torbellino de la moda, y los hispanohablantes y la prensa los emplean con imprudencia, puede ocurrir que en numerosas oportunidades se produzcan problemas de empobrecimiento del idioma y también dificultades en la lecturabilidad en los receptores. Los términos mencionados en esta crónica, son representativos de cientos de vocablos extranjeros, efímeros o no, castellanizados o no, que invaden nuestro vocabulario todos los días, a través de la publicidad, la mercadotecnia y el mercado.

Aunque el lenguaje de la publicidad tiene que gozar de claridad, para penetrar a la mayor cantidad de receptores-consumidores, es junto a la mercadotecnia, la disciplina que más vocablos nuevos de otras culturas introducen en nuestro idioma. Empujados por la feroz competencia del mercado y para mostrar constantemente que un producto o un servicio es ‘nuevo’, los publicistas recurren al ‘efecto’ y para comunicarlo eligen a la lengua, una de las herramientas más poderosas de la comunicación publicitaria.

El periodismo también busca producir ‘impacto’ y ‘efecto’ para llamar la atención del receptor de noticias e informaciones. Y los hispanohablantes lo mismo, que muchas veces imitan y emplean términos sin saber bien qué significados tienen esas palabras y si son necesarias para comunicar correctamente. Los ejemplos arriba descriptos, nos muestran que tanto premium como vintage, son anglicismos innecesarios porque el idioma castellano dispone de varias palabras simples y conocidas para reemplazarlos. Estos forasteros ingleses sin pasaporte nacional, poco conocidos por los hispanohablantes, también son dañinos, porque producen ‘ruido semántico’ en las comunicaciones periodísticas.

Pero el correcto o incorrecto comportamiento social de los extranjerismos depende de los usuarios, principalmente de la responsabilidad y ética de los periodistas, comunicadores sociales, redactores de publicidad que ‘oficializan’ y ‘legitiman’ su empleo y permanencia en nuestro idioma comunicativo. De ellos depende, en parte, que el abuso, tanto de extranjerismos controlados y huérfanos, no debilite nuestro vocabulario, ni altere la salud de uno de los idiomas que goza de mayor claridad comunicacional: el español.

 

Juan Mario Galdeano

 

* La Fundación del Español Urgente (Fundéu) recomienda en su sitio web que el anglicismo innecesario premium puede ser sustituido, según el contexto, por los términos españoles: productos y marcas de lujo, o de gama alta.

 

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En la Argentina para conseguir buenos consejos de sexo oral, y por escrito, hay que leer en la red los 10 sex tips de Alessandra; la carta de algunas pizzerías ya no ofrece la típica comida italiana con tocino o panceta, sino con bacon; el vino no se compra en una vinería ni en una vinoteca, sino en un winery; el agua en el dispensador de la oficina – que sabe a pantano, y que no se sabe si es potable- tiene en el frente del distribuidor, un botellón de plástico, generalmente de color celeste, una leyenda que deja pasmado al más experimentado hispanohablante: Hot & Cold water dispenser; si de inglés entremezclado con el español hablamos, los organismos públicos no se quedan atrás: El gabinete de prensa del Ministerio de Desarrollo Territorial de la provincia del Neuquén da cuenta las tareas de promoción turística con un salpicado spanglish: ‘La participación en ferias y eventos, workshops, fam press, fam tours, […] y la impresión de material gráfico: 155.000 flyers, folletos, banners de promoción, brochures, afiches, y postales’; las esquelas de salutaciones de las direcciones de protocolo de numerosas instituciones públicas van casi siempre escritas con frases rimbombantes acompañadas del anglicismo cursi ‘congratulaciones’, como si el español no dispusiese de la palabra conocida por todos: ¡Felicitaciones!; en las estaciones de servicios, en las farmacias, en los consultorios médicos, en los bancos, en los supermercados, y en cualquier lugar donde se encuentre un empleado o asistente, el cliente escuchará: ‘Aguárdeme un momento…’ ‘aguardame un segundito…’, ‘aguarde por favor…’, en agravio al verbo más conocido por todos: esperar; y una madre –que no tiene muy claro los nombres ingleses que la mercadotecnia ha impreso a fuego en varios envases, tales como pack, pouch, box, bulk– le ordena a su pequeño hijo en el supermercado que le traiga un blister de aceitunas.

Cartel en la vía pública. (Voz inglesa 'Pack').

Cartel ‘pac’ en lugar de ‘pack’.

       Aplaudidores y aplaudidoras

Rodeada de una claque compuesta por funcionarios aplaudidores y funcionarias aplaudidoras, la presidente de la Argentina Cristina Kirchner inicia todos sus discursos y todas sus alocuciones con el zonzo doblete      –que algunos denominan de lenguaje no sexista-: ¡Buenos días a todos y todas…!; y en el mundo de la comunicación los receptores suponen que los periodistas hablan un castellano más pulcro, más estándar, más libre de ruidos semánticos u otras partículas extrañas a la lengua española: En Radio Continental, un periodista le pregunta a un funcionario: ¿El tema de los containers termina con esta idea de discriminar todo tipo de basura…? Respuesta: ‘Al revés, los contenedores son una de las partes […]’.

Quiosco versus drugstore

Para dar cuenta que el español es un idioma que está lleno de vida, que cambia constantemente, un vistazo a cualquier fumador con 35 años metiéndose hollín en la carne, puede mostrarnos los distintos nombres que en casi cuatro décadas han tenido los establecimientos dedicados a la venta de tabaco: quiosco, kiosko, maxikiosco, polirrubro, multirrubro y el actual y moderno vocablo, que te indica que el cigarrillo es una droga: drugstore; el presentador de una bebida espirituosa dice en una propaganda televisiva que el licor tiene un mix de hierbas en lugar de una mezcla de yerbas; los carnés de conductor de la ciudad de Buenos Aires tienen scoring, no puntaje; el suavizante para que la ropa no quede como una carpa de circo viene en un envase llamado pouch; los preservativos, de 3 , 6 ó 12 unidades y las toallas femeninas no están envasadas en un ‘paquete’ sino en pack; los discos compactos vienen envueltos en unos paquetes llamados bulk; algunos periodistas deportivos –que deberían hacer cursos de ultraperiodismo y ultragramática, no dejan de repetir una y otra vez la palabra inglesa sponsor, cuando de vez en cuando podrían darle una oportunidad de ver la luz a las españolas patrocinar, patrocinador, patrocinado; y algunos periodistas radiales y televisivos tienen ‘data’ no información.

Porteños seseosos

El último vocablo de moda de los porteños seseosos de la ciudad de Buenos Aires es vintage; en la clínica CMIC una de sus puertas lleva el cartel híbrido, contaminado y muy vanidoso de: Office de Enfermería; el diario Perfil, el diario argentino que tuvo un libro de estilo antes de salir a la calle, insiste con sus repetidas voces inglesas, esos anglicismos innecesarios, esos términos que suelen confundir a la mayoría de los lectores: ‘El 85 por ciento de los porteños no sabe bien qué es el sistema de scoring’; y la sindicalista Agustina Ionno– durante una entrevista radial- le advierte a su interlocutora que los empleados del subterráneo no cargan las tarjetas a los usuarios porque dicha tarea les provoca tendinitis y le aclara que esa interrupción del servicio no es ‘una medida de fuerza’, tal lo informó la periodista, sino que es ‘una tarea a reglamento’.

Cartel 'pizzeria' en lugar de 'pizzería'.

Cartel ‘pizzeria’ en lugar de ‘pizzería’.

       Locutor y vendedor de publicidad

El autodenominado locutor y vendedor de publicidad, Alejandro Polizzo, quien en su elocución radial abusa de los latiguillos antirradiofónicos tales como: ‘ajá…’, ‘a ver…’, ‘bolu…’, ‘demás…’, ‘digamos…’, ‘mierda…’, ‘ o sea…’, ‘una bocha…’, ‘viste…’, también demuestra tener cierta habilidad para el empleo de anglicismos innecesarios en la prensa. Durante una conversación radial, la cual inicia con la voz inglesa full, le pregunta a su interlocutor que se halla en la localidad de Villa La Angostura: ¿los precios cómo están… están más o menos… se mantienen los precios del año pasado… digamos… para el turista… está medianamente acomodado, o hubo… así como… se pusieron medio power… en, en, en, este verano…?; el periódico 8300, con esos dobletes venidos en moda, demagógicos, poco prácticos y antiperiodísticos de, los y las, alumnas y alumnos, directores y directoras, expresa en una de sus crónicas: ‘Los y las docentes neuquinas no tienen estabilidad laboral, uno de los derechos más básicos de cualquier trabajador/ra’; para el diario digital español El Periódico.Com es –en su edición del 1 de mayo- la ‘Conmemoración del Día del Trabajador’, mientras que la misma fecha para el diario El País, de España, es ‘Día del Trabajo’; en un sitio web la Televisión Española Internacional (TVE) informa en una publicidad institucional: ‘No dudes en hacerte fan y acceder a mucha más información de la programación […]’, en lugar de las castellanas: admirador, seguidor, aficionado, hincha, entusiasta, tal como lo recomienda la Fundación del Español Urgente (Fundéu); el consultor de energía Emilio Apud tampoco puede hablar sin extranjerismos: ‘[…] El valor de los combustibles está relativamente más aggiornado que el gas y la electricidad  […] el problema es el abastecimiento, porque ya las refinerías están a full’, le explica con un italianismo y un anglicismo a Radio Mitre; los escritores y autores del libro titulado Identid@des. Poemas y relatos breves, no parecen haberse dado cuenta que la primera letra del alfabeto español no se puede reemplazar por la arroba, porque ese garabato con una colita que cobija una a es un símbolo, no un signo. Y lo peor: la Legislatura del Neuquén distribuirá el libro de marras en las escuelas. ¿Es pedagógico que los alumnos crean, al ver la tapa del libro, que la letra a puede sustituirse por el símbolo de la arroba?; y en una red social dedicada al chat una chica le envía un dulce mensajito al chico que acaba de conocer en la web: ‘hola cmo estas’? FELIZ SEMANA DE LA DULSURA¡¡¡’.

Empobrecimiento

Algunas de las expresiones de esta crónica, extraídas de distintos ámbitos públicos y privados, son un botón de muestra del empobrecimiento del habla de los argentinos. Los motivos: desconocimiento de la lengua, desinterés por el idioma, ignorancia, esnobismo, moda, imitación, y pereza. Este reproche no va dirigido a los hispanohablantes, sino a los organismos públicos, los funcionarios del gobierno, y principalmente a los medios de comunicación, a los periodistas y comunicadores que tienen la responsabilidad de proteger, custodiar, educar, defender y divulgar el buen uso del español.

Cuando hablamos del buen uso del español en los medios de comunicación no nos referimos a la simplificación del idioma, en detrimento de la diversidad de la lengua. Sino de no contaminarlo con voces extranjeras innecesarias en desmedro de las palabras españolas que son conocidas por la mayoría de los receptores y que evitan el ruido semántico en la comunicación.

El raquitismo del lenguaje empleado por la mayoría de los hispanohablantes, y el escaso compromiso de algunos medios de comunicación para defender el español, tienen una correlación: las empresas periodísticas toman los vocablos que utiliza la sociedad y los consumidores de los medios imitan los vocablos que la prensa emplea.

Banalización del periodismo.

Internet y la frenética producción de nuevas herramientas de comunicación con tecnología digital revuelve a cada instante el caldero de la lengua española. Las nuevas formas de comunicación on line, el aumento del entretenimiento en los medios de comunicación, el incremento de lo banal y grosero en los medios audiovisuales, la reducción de periodistas en las redacciones, la demanda de mayor velocidad, periodistas con mucha oficina y poca calle, comunicadores jóvenes que creen que se puede hacer periodismo solamente con el ingreso a Internet, la participación en redes sociales como Facebook, o Twitter, y el envío de correos electrónicos, la ausencia de correctores de estilo de carne y hueso, la mala y cómoda costumbre de copiar y pegar informaciones provenientes de organismos públicos, -que suministran propaganda vestida de información-, han forjado un periodismo que desprecia la principal herramienta que emplea para comunicarse: la lengua. 

El inglés goza del estatus de lengua franca y es la que más influencia tiene en el español. Es por ello que en la lengua española hay voces extranjeras necesarias e innecesarias. Pero… ¿por qué los periodistas y comunicadores emplean todo tipo de extranjerismos innecesarios, si el idioma castellano dispone de vocablos para su reemplazo? ¿Si los periodistas aprenden en las facultades de comunicación que el formato periodístico de noticia demanda un lenguaje claro y simple para que no se produzcan ruidos semánticos en la comunicación, por qué emplean anglicismos, galicismos, italianismos y germanismos, que provocan dificultades de lecturabilidad y comprensibilidad en el receptor?

Responsabilidad de los periodistas 

Errores cometemos todos, pero no hablamos aquí de errores, sino de la equivocación lingüística proveniente de la pobreza léxica, del desconocimiento de la técnica periodística, y de la política editorial de los medios respecto de cómo utilizar el idioma para comunicar. Propender la defensa de una lengua no es rechazar todos los vocablos extranjeros, marginarlos, o no emplearlos. Propender la defensa del español significa estudiar gramática, ortografía, vocabulario, utilizar aquellos términos que lo enriquecen y que no entorpecen la comunicación, y sobre todo dar a conocer el buen talante del castellano.

No podemos esperar que el buen español o la riqueza léxica sobrevida y se reproduzca solamente en algunos claustros o en los pasillos y libros de gramática de la Real Academia Española. La misión y función de los medios de comunicación pueden ayudar en esta tarea, porque no sólo tienen el papel de informar, comunicar, emitir opinión, y ofrecer entretenimiento, sino la de brindar educación.

Juan Mario Galdeano

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En el arte de comunicar, algunos hablantes del español emplean palabras extranjeras innecesarias para construir los escritos o la oratoria, sin importarles si los receptores pueden o no entender esos términos o mensajes. La fuente de este despropósito puede hallarse en la moda, la pedantería, la soberbia, las ínfulas, el esnobismo, la mercadotecnia, el desinterés por el castellano, el desconocimiento de la lengua, la falta de lectura, y los irrefrenables deseos de aparentar, mandarse la parte, o sobresalir a expensas del que se encuentra en el extremo del proceso de la comunicación: El otro.

   Una joven entra a una tienda de ropas de moda y le pide a la vendedora si puede ver una prenda; luego se produce el siguiente diálogo:

Vendedora: ¿Tu talle es small?

La chica: No… no te entiendo.

Vendedora: Si tu talle es small

La chica: No entiendo… no te entiendo porque me hablás en inglés.

Vendedora: Pero… entonces… ¿Cuál es tu talle?

La chica: Mi talle es ‘S’.

    La presunta compradora sabe que su talle es ‘S’, pero desconoce que esa letra en el comercio textil es la abreviatura del término inglés small. Esta zancadilla lingüística, que recibió la receptora, ocurrió porque la vendedora no utilizó una palabra castellana, una palabra más simple, más lugareña. Esas palabras locales que la mayoría de los hablantes conocen y que siempre son mejores amigas para la comunicación que una forastera, una desconocida, o una extranjera innecesaria, mal pronunciada por quienes desean darle prestigio y pasaporte nacional.

Diario Río Negro.

Diario Río Negro. Por una ley de talles para la ropa. 30.5.2008.

Pero los usuarios no los únicos que hablan con anglicismos, galicismos, italianismos y otros términos foráneos, ajenos a nuestro caldero español. A los funcionarios también les fascina hablar difícil y expresarse con extranjerismos y partículas del ámbito de la mercadotecnia. Así, por ejemplo, el subsecretario de Emergencias, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Néstor Nicolás, explicó durante una entrevista en Radio Continental, las tareas de reparación que el departamento a su cargo realizó en las calles, luego de los destrozos que dejó una tormenta de granizo en ese conglomerado urbano: ‘En el transcurso del día todos los temas mayores van a ser resueltos. Nosotros hacemos una clasificación, un triage, digamos, de los incidentes y aquellos, los que provocan mayor tipo de inconvenientes, o trastornos, son los primeros en ser resueltos […]’.

Como habrá notado, triage, no es un galicismo necesario, reconocido y dominado por la mayoría de los hispanohablantes de la Argentina. Su empleo fue redundante, superfluo, y se convirtió en un estorbo en la comunicación. No sabemos a ciencia cierta por qué el funcionario agregó en ese contexto una palabra francesa e innecesaria, extraña para el receptor, y no integrada a la lengua de los argentinos. Quizá, la añadió por ínfulas o como un tecnicismo, con deseos de mostrarse como un experto en reparar los daños ocasionados por el vendaval o para que los vecinos permanezcan tranquilos ante estas contiendas de la naturaleza, ya que él ha hecho ‘un triage de los incidentes’.

Con respeto pero a la chacota

    La publicidad, es otro de los ámbitos repletos de extranjerismos, neologismos y malformaciones lingüísticas empleadas con el fin de llamar la atención, persuadir, y darle un aspecto nuevo al producto o servicio que se promociona. Los argentinos son muy propensos y profesionales para las imitaciones, y los periodistas y locutores no escapan a las modas, las pedanterías e ínfulas, las cuales toman inmediatamente, y sin tapujos.

En la Radio Mitre de la ciudad de Buenos Aires, la conductora del programa Con todo respeto, Mariel di Lenarda, –que podría ser menos verborrágica mientras hablan sus compañeros- anuncia con histrionismo una publicidad: ¡Chicos tengo regalitos… voucher, voucher, y voucher… le mando un beso a mi amiga… ya que estamos hablando de voucher. Siempre la cargamos que es la chica voucher. […]. Tengo kit de productos […] una fiesta de color para tu casa. Así que tengo el kit para que te lo lleves directamente acá… eh… sin voucher !

Con su vocabulario poco radiofónico, – y atosigado de voucher– la animadora desea demostrarles a sus oyentes su conocimiento y dominio del inglés, al tiempo que muestra la hilacha respecto de la escasa empatía que cultiva como una persona que se expresa en un medio tan oral y fugaz como la radiodifusión. ¿La mayoría de los oyentes saben qué es un voucher, un kit? ¿Existe la necesidad de emplear vocablos extranjeros si nuestro idioma dispone de numerosos equivalentes claros y sencillos, y que la mayoría de los hablantes conocen? Cuando repite voucher atasca la regla básica de adecuación que demanda nuestro español  argentino y pone al descubierto su limitada competencia comunicativa.

Se supone que los medios de comunicación, además de informar, comunicar, entretener, y emitir opinión, conllevan ‘educación’. La conducta de la conductora Mariel Di Lenarda –y de todos aquellos periodistas y comunicadores que abusan de los extranjerismos innecesarios- es reprochable. Y motivo de corrección, porque quien desempeña labores en una radio debe saber que su público es altamente heterogéneo, con personas de distintas edades e instrucciones educativas; que se dirige principalmente a un usuario del español estándar; que su receptor es un oyente, no un lector; que los medios funcionan como custodios del idioma; que los locutores o periodistas deben expresarse bien porque sus formas de hablar y contenidos influyen en la comunidad; y porque la radiofonía es sinónimo de empatía.

Los insertos de la administración

    Otro de los lugares donde habita la despreocupación por El otro, es la administración pública. Allí, la burocracia, el desinterés, la pereza, y el desconocimiento de un lenguaje administrativo simple y llano, conspira con la comunicación de los miembros de la organización, y principalmente con sus receptores más valiosos: los contribuyentes, vecinos y ciudadanos.

En las oficinas no solamente reina la costumbre de escribir y cumplir, sin importarles si esos mensajes podrán ser decodificados por sus destinatarios, sino la manía de utilizar anglicismos, galicismos, italianismos, germanismos, frases latinas, latinismos, circunloquios, tecnicismos, y neologismos, que entorpecen la información y la comunicación.

Pese a que los documentos oficiales de una institución pública deben ser legibles a todos los ciudadanos, la mayoría de las veces los papeles públicos están redactados con un léxico intrincado y rebuscado, que demanda un esfuerzo adicional para descifrar el mensaje que la institución quiere transmitir.

Los ejemplos son infinitos, pero veamos un botón de muestra. Una exposición de fotografías de Alemania, patrocinada por el Instituto Goethe, se informa a través del boletín oficial de la Municipalidad de Neuquén: ‘El Instituto Goethe de Buenos Aires pondrá a disposición del Museo […] un número de 15 catálogos en alemán para (la) prensa y publicidad del MNBA de Neuquén y 5 catálogos en alemán adicionales para relaciones publicas y archivo […] Los catálogos de 144 páginas contienen todas las obras de la muestra y serán acompañados de un insert en castellano’.

Las instituciones públicas deben saber que sus destinatarios no constituyen un público selecto, que la comunidad está compuesta por receptores muy heterogéneos. Toda organización del Estado debería tener una premisa en su comunicación institucional: el receptor es el eslabón más importante en el proceso de la comunicación.

Cuando el vecino, el contribuyente o el ciudadano necesitan de un traductor para poder traducir el mensaje del gobierno, se detecta inmediatamente el cinismo, el desinterés, la despreocupación y el desprecio que la institución tiene por el receptor, por el lector, por El otro. El Estado, ya sea municipal, provincial o nacional, debe preservar y defender la lengua nacional, que es la lengua oficial, la herramienta que utiliza para informar y comunicar los actos de gobierno.

Si bien el contexto ayuda a comprender el mensaje, algunas veces no es suficiente porque el vocablo –además de llamar la atención- puede producir ambigüedad en algunos lectores. Hay que tener en cuenta que las palabras adquieren distintos significados según el contexto en que se empleen. ¿Cuál era la necesidad de insertar un término en inglés, cuando el español posee muchas palabras similares, más simples y conocidas por la mayoría de los hablantes?

Scoring: Copiar y pegar

    No sólo los usuarios del idioma, los funcionarios, los publicistas y los empleados de la administración pública, abusan de los extranjerismos innecesarios. Los periodistas no están exentos del uso de partículas extrañas que dificultan la interpretación de los mensajes. Para ver una prueba de esta mala costumbre observaremos el tratamiento periodístico que hicieron los diez diarios más importantes de la ciudad de Buenos Aires, sobre una noticia concerniente a la puesta en marcha del ‘Sistema de puntos aplicable a la licencia nacional de conducir’. Se trata de la publicación del Decreto 437 de 2011 en el Boletín Oficial de la Nación, que dispone un ‘sistema por el cual se quita puntos a los conductores que cometan infracciones de tránsito’.

Diario Clarín, Buenos Aires, Argentina.

Diario Clarín, Buenos Aires, Argentina.

A raíz de esta información, los citados diarios porteños informaron a sus lectores a través de titulares y cuerpos de noticias redactados con el vocablo inglés scoring. Algunos lo escribieron en redonda, como las palabras españolas; y otros medios lo hicieron en cursiva o entre comillas para diferenciarlo del castellano.

Las volantas y títulos de las ediciones digitales y en soporte de papel fueron los siguientes: Diario Clarín: ‘Reglamentaron el sistema scoring en el registro de conducir para todo el país’; diario La Nación: ‘Se extenderá a todo el país el sistema de scoring en el registro de conductor’; diario La Prensa: ‘En 60 días aplicarán el scoring en todo el país’; diario Tiempo Argentino: ‘En 60 días regirá el sistema de scoring en las licencias de casi todo el país’; diario Página 12: ‘Sociedad. El scoring nacional empezará a regir en dos meses. Descuentos de puntos en todo el país’; Diario Popular: ‘El scoring se extiende a todo el país’; diario El Argentino: ‘Extienden el sistema scoring. Regirá en todo el país la quita de puntos en el registro de conducir’; diario Ámbito Financiero: ‘Se extiende scoring para todo el país’; diario Buenos Aires Herald: ‘National Gov’t fosters BA City ‘scoring system’; y diario La Razón: ‘Ahora el sistema de scoring comenzará a regir en todo el país’.

¿Si el decreto en cuestión no contiene en toda su extensión las palabras inglesas score o scoring, por qué los nueve diarios que se editan en español emplearon este anglicismo innecesario, si el castellano dispone de equivalentes más claros para su reemplazo?

Diario La Nación, Buenos Aires, Argentina.

Diario La Nación, Buenos Aires, Argentina.

Consideramos que el medio de comunicación empleó la palabra inglesa innecesaria, por los siguientes motivos: Porque prefirió imitar y estar en consonancia con otros medios; porque prefirió los vocablos que están de moda en la oralidad de los hablantes; porque prefirió la pereza antes que buscar un sinónimo en español; porque carece de correctores de estilo de carne y hueso; porque no posee un libro de estilo sobre la escritura; porque optó por copiar y pegar lo que le envió un gabinete de prensa de un organismo público o una agencia de noticias estatal; o porque consideró que no es relevante construir una redacción clara y simple como lo demanda el formato periodístico de noticia.

¿Es correcto que un medio de comunicación transcriba la palabra extranjera que le envía un departamento del Estado a través de su boletín de prensa o de un correo electrónico? ¿Dónde está la línea editorial o la política sobre la escritura del medio de comunicación? ¿Además, la mayoría de los lectores saben que es scoring?

Esto puede parecer de Perogrullo, pero en los medios de comunicación el empleo de un vocablo y no otro es una decisión política. La premisa parece grandilocuente, pero no lo es, porque el medio no sólo debe expresarse en español, sino que tiene la responsabilidad de hacerlo en forma correcta y con buen gusto con el fin que la mayoría de los receptores puedan entender los mensajes. Con esto no se trata de estar en contra de la diversidad de la lengua o promocionar el purismo en el lenguaje periodístico, sino en desterrar la manía de emplear voces foráneas innecesarias y darle legibilidad y lecturabilidad a las comunicaciones.

Diario La Nación, Buenos Aires, Argentina.

Diario La Nación, Buenos Aires, Argentina.

Una editorial debe conocer que los lectores no desayunan ni circulan con un diccionario inglés-español debajo del brazo para desbrozar esas partículas extrañas, que dificultan la lectura e impide al receptor la posibilidad de informarse, construir una comunicación y acceder al conocimiento. Los periodistas deben escribir y hablar responsablemente. No deben, ya sea por moda, esnobismo, o por la simple pereza de copiar y pegar, someter a los lectores a un esfuerzo cognoscitivo indebido e innecesario. Los medios deben entender que con el idioma no solamente se trasmite información y comunicación, sino también, saber. Por tanto deben esmerarse para ofrecer una comunicación exenta de ‘ruido semántico’, no incomunicación.

El otro

    El empleo de palabras extranjeras en los mensajes puede convertirse en una trampa lingüística para el receptor. Estos tropiezos pueden ocurrir por varias razones: Porque algunos periodistas no emplean el mismo código que utiliza la audiencia; porque algunas veces en los actos de informar y comunicar, prevalece el entretenimiento o la moda; porque ciertos periodistas creen taxativamente que cuando ejercen el papel de emisor al final de la línea del proceso de la comunicación se halla un receptor, como si se tratara de un acto unilateral, lineal, y estático, sin considerar que los actores de esta estructura no son entes separados, porque el proceso es algo dinámico que debe permitir que el receptor se convierta en emisor y viceversa; y porque ‘la despreocupación por el otro’, pueda ser el resultado de varios motivos: La falta de compromiso, el desinterés por los propósitos de la comunicación, el deseo constante de diferenciarse del otro, el desgano de construir la empatía, el incremento de la individualidad, y el desconocimiento que con El otro se construye la comunicación. Una despreocupación por El otro, que en algunas ocasiones pasa inadvertida ante la abrumadora tecnología digital, los sofisticados sistemas de comunicación, la excitación de la hiperconectividad, el entretenimiento de las redes sociales en Internet, y la cotidiana embestida de la sobreinformación.

El hecho puede parecer zonzo, pero cuando el emisor desestima al receptor, El otro deja de tener importancia y con ello se desvanece y se espanta la conversación, la respuesta, la interacción y la realimentación. Estas conductas desestimadas son imprescindibles para evitar, el traspié en la decodificación, el desprecio por el receptor, el deterioro de la comunicación, el empobrecimiento del lenguaje, el debilitamiento de nuestro pensamiento y de las relaciones sociales y culturales, pilares fundamentales para mejorar nuestra convivencia e idiosincrasia.

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El lenguaje empleado por los hispanohablantes en la Argentina se deteriora velozmente. Vocablos groseros e insultos al por mayor en algunos programas de televisión, ausencia de buenos modales y frases de cortesía en las conversaciones públicas, desinterés de los periodistas por el buen uso del español, y jóvenes que se comunican con un puñado de palabras.

Cartel. San Martín de los Andes.


La calle puede proporcionarnos ejemplos del empobrecimiento y la chatura de nuestro vocabulario: ¡No tengo más… papá…!’, le advierte un canillita a una persona que se acerca al quiosco que distribuye diarios gratuitos; un agente de policía le ofrece su asiento a una mujer en un ómnibus repleto de pasajeros, sin recibir un gesto, un ademán o el merecido: ¡Muchas gracias!; un dependiente en un comercio atiende a un cliente y en vez de darle los buenos días lo recibe con un… sí…, pronunciado secamente: ‘see…’; una joven, sentada con las piernas cruzadas en el asiento del micro, con un pequeño alambre en el labio inferior, auriculares, anteojos y polainas negras, y con un chupetín multicolor en su boca, hace dos llamados a través de su teléfono celular: el primero lo inicia con la expresión ¡Hola…cabeza de termo…!, y el segundo, ¡Marta… hija de puta…!; un conductor de un programa de radio inicia una entrevista a un secretario de Economía con la pregunta poco periodística: ¿Cómo andan los números, estamos en caída o los vamos manteniendo…?; y una cantante de tango dice durante una entrevista en un programa de televisión: ‘Yo no soy muy democrática, te lo voy a decir, así de una, te lo digo con todo el corazón, soy muy taxativa en las expresiones, pero después soy una pelotuda, pero expresivamente soy una mina que te digo… viene un  mozo… aceto no… no me rompan las pelotas… aceto no’.

La vulgarización en el vocabulario cotidiano, el habla limitado en los procesos comunicativos, los errores ortográficos de los estudiantes en los tres niveles, la falta de lectura, el lenguaje soez que utilizan numerosos conductores de programas de radio y televisión, y el hablar chabacano y sucio de los personajes mediáticos que tienen miles de seguidores adolescentes y adultos, nos indica el deterioro que padece nuestra lengua materna.

Entretenimiento

Aunque la televisión e Internet sean instrumentos estupendos para la adquisición de conocimiento, la computadora una máquina fascinante para el aprendizaje, y el teléfono celular un aparato versátil para construir comunicaciones, dichas tecnologías no sirven si la familia y las instituciones encargadas de la educación y formación de las nuevas generaciones fallan en el proceso de endoculturación de los niños.

El uso de las redes sociales que ofrece Internet, y de los tradicionales medios de comunicación pueden dar la sensación de una sociedad híper informada y comunicada, pero si se escarba un poco en los procedimientos se pueden descubrir que los procesos que allí se gestan están más vinculados al entretenimiento y la información que a la comunicación.

Enviar constantemente archivos adjuntos con contenidos graciosos a otras personas a través del correo electrónico no pertenece a un proceso comunicativo; mandar mensajes de texto abreviados por el teléfono celular entorpece el aprendizaje del idioma; permanecer muchas horas al día enchufado con auriculares obstaculiza la comunicación con el entorno; charlar a través de las máquinas no es lo mismo que un diálogo cara a cara; tener numerosas fotografías de personas que apenas conocemos a través de la red sin poseer una simple imagen de los abuelos, no ayuda a la comunicación familiar; y si en un hogar, un niño con la boca entreabierta acumula saliva frente al televisor, su hermano chatea sin descanso con alguien en la red, mientras sus padres responden mensajes en sus teléfonos móviles, la familia está incomunicada o al borde de la incomunicación.

Esténcil sobre una huelga de maestros.

A ello hay que agregarle la queja que se escucha a diario en padres y docentes en nuestra sociedad: Los chicos no leen, dedican muy poco tiempo al estudio, se comunican con un manojo de palabras y llegan a la universidad con muchos errores de ortografía. Es cierto… ¿Pero… de dónde proviene el desinterés por el conocimiento, el estudio y la lectura en nuestros jóvenes? ¿Es justo endilgarles la falta de interés por un buen empleo del idioma, cuando las instituciones, personas mayores y muchos medios de comunicación utilizan un pobre y maltrecho lenguaje para comunicarse?

Conversaciones públicas

Además del desinterés de los jóvenes por la lectura, el aprendizaje, y el conocimiento del idioma, hay otro escenario donde se detecta la rusticidad del lenguaje: los ambientes de los organismos del Estado, los espacios dedicados al comercio, y la calle.

Es sabido por todos la falta de reglas de cortesía, buenos modales y gestos de respeto, hacia los ancianos, y personas en general, en las conversaciones que se producen en la vía pública, en los mostradores y lugares de atención en las instituciones estatales, y en los lugares del comercio.

El maltrato que algunos empleados de comercio proporcionan a los clientes es casi contradictorio con los fines del mercado: persuadir para promocionar y vender productos y servicios.

Para botón de muestra, y describir cómo es un dependiente de malos modales, basta mencionar a Gustavo Daniel Gallardo, quien integra el ‘Departamento Ventas Profesionales’ en la empresa de productos fotográficos, Santiago Distrifot SRL, ubicada en la avenida San Juan, de la Capital Federal. Gustavo, con un lenguaje un poco pedante, tosco y dueño de tratos incorrectos, repite un tic ante cada pregunta: ‘No… no…  eso no lo tenemos’, y ante el siguiente pedido, ‘No… no… eso no…’, sin ofrecer una ayuda, una salida, una solución, frente a las necesidades del cliente.

No sabemos los objetivos de su parla, de su verbosidad insustancial, de su incapacidad e impotencia de construir un diálogo e interactuar con los compradores. No pretendemos que aprenda un manual de atención al público o que haga honor al eslogan de la empresa y ‘entienda de imágenes’ o sepa de fotografía, sino que sea amable, atento, servicial, modesto, y que sus respuestas no se conviertan en un desprecio a su interlocutor.

El papel de los medios

Son numerosos los responsables de la degradación del lenguaje en nuestra sociedad: las universidades, las escuelas, los organismos del Estado, la familia y los medios de comunicación.

En este panorama, la misión y función de los medios de información es primordial, ya que los receptores toman e imitan inmediatamente los modismos, frases e incorrecciones de la lengua difundidas a través de la prensa, las emisoras de radio y televisión, e Internet.

En ello, son responsables las empresas editoriales y los periodistas que construyen las informaciones, noticias y los programas de entretenimiento. En esto se producen dos instancias: los programas de TV que dejan e incitan a los entrevistados a que el vocabulario soez fluya con la sola intención de incrementar la cantidad de telespectadores, y aquellos que construyen un lenguaje periodístico pobre, con extranjerismos y neologismos innecesarios incluidos, debido a la pereza, falta de conocimiento, interés, educación, pedantería, y esnobismo.

El mercado, que actualmente lleva en andas a la cultura, la educación, la ciencia y el conocimiento, proporciona herramientas extraordinarias jamás vistas en la historia de la comunicación humana, sin que los usuarios las aprovechen para el aprendizaje de la lengua y la comunicación.

Puede parecer de Perogrullo, pero el entretenimiento, trivial, atolondrado y ligero que ofrecen los medios audiovisuales le quitan espacio a la comunicación, y nos coloca en una situación de pobreza cultural, en un escenario donde los miembros de una comunidad se desenvuelven con menos lenguaje y más necios.

Una sociedad que emplea los comportamientos que hemos descripto se forja con un lenguaje enclenque, que empobrece su comunicación y pensamiento y que está más cerca de construir una base de incomunicación que la comunicación que necesita un sistema democrático para subsistir.

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Algunos medios de comunicación en la Argentina, especialmente las estaciones de radio de frecuencia modulada y los nuevos diarios y periódicos digitales, no logran comprender aún la responsabilidad que les cabe en el tratamiento del idioma que emplean para informar y comunicar.

‘El Dodge salió a la chapa y la mujer se comió el poste…’, dijo un ‘movilero’ de una radio que se hallaba en el centro de la ciudad. Con un puñado de palabras, el periodista, intenta contarle al conductor de un programa radial, que una mala maniobra de un automovilista casi lastima a una transeúnte. No dijo que un auto partió, arrancó, o salió del estacionamiento a toda velocidad o raudamente, dijo ‘a la chapa’, no dijo que la peatón tuvo que correr para no ser alcanzada por el vehículo, y que en su carrera se tropezó con una columna que sostiene redes de servicios públicos,  dijo ‘se comió el poste…’

La pobreza y la chatura del lenguaje empleado por muchos periodistas de los medios audivisuales en la Argentina, es de una pavorosa progresión. En esto no quedan exluidos los nuevos medios de comunicación digitales, más interesados en recibir la pauta publicitaria de las instituciones públicas, que de controlar el contenido y de cómo están redactados los comunicados que les provee el poder político.

Los nuevos medios, especialmente los digitales, deben comprender que además de la función de informar, comunicar y entretener, un medio tiene la misión de educar. Los diarios más antiguos de España y de Latinoamérica lo saben, y ello puede corroborarse en su escritura, que se amolda a sus manuales de estilo, a las reglas de la gramática actual, y al respeto por sus lectores.

Custodios del idioma

Aunque no exista ninguna ley, ni la comunidad lo demande a punta de pistola, los medios de comunicación cumplen, sin pretenderlo, con el papel de ‘custodios del idioma’, porque ‘oficializan’ de alguna manera las palabras que crean los hispanohablantes y que no se hallan registradas en el diccionario de la Real Academia Española.

Si bien los medios de comunicación deben garantizar que la información llegue al público en un decoroso castellano, el tratamiento y la postura que toman las empresas al respecto y que se observa actualmente pueden dividirse en tres tipos: Los medios que se ciñen a lo registrado por la Real Academia Española; los que toman las creaciones y los cambios en el lenguaje que hacen los hispanohablantes; y los medios que no tienen ninguna decisión política y editorial sobre el lenguaje periodístico y no se preguntan por las disquisiciones lingüísticas que demanda el español.

En el primer tipo, están los medios ‘tradicionales’ que respetan las normas gramaticales de la RAE y sus propios libros de estilo. Son los diarios que entienden que en un texto periodístico la corrección se da por supuesta.

Si en sus cartas dice que no debe emplearse el vocablo ‘publicitar’, por ser un verbo inexistente y aún no admitido por la Academia, el periodista buscará la forma de reemplazarlo por palabras más castellanas como, ‘anunciar’, ‘divulgar’ o ‘dar a conocer’.

En la segunda clase, están los medios denominados ‘populares’ que toman las transformaciones que crean los hablantes, ya sea por moda, por necesidad o economía, y las ‘oficializan’ a través de los titulares e informaciones. Así, de repente, un delincuente que comete robos en una motocicleta es, para el diario, un ‘motochorro’, y un agente de policía, en las mismas correrías, es un ‘motopolichorro’. Al principio las entrecomillan y luego de varios meses, periodistas y lectores se acostumbran a estas innovaciones, y saben además que los acortamientos, ‘cumple’ es cumpleaños, ‘dino’, dinosaurio, ‘bici’, bicicleta, ‘promo’, promoción, ‘suple’, suplemento, y ‘finde’, fin de semana.

Los terceros, son en general los nuevos medios nacidos bajo la maravilla de Internet. Son diarios, periódicos, boletines digitales, que jamás fueron construidos en soporte de papel, y que, por ende, carecen de la experiencia del abogado del lenguaje en la redacción: el corrector de carne y hueso. En la actualidad la mayoría de los textos que se producen en estos ámbitos están a merced de algún corrector de Microsoft, que no sabe ni entiende que ‘falso’ o ‘fraudulento’ es más español que ‘trucho’, y que tampoco advierte la diferencia entre ‘motoquero’, ‘motociclista’, ‘motorista’ o ‘motero’.

De las narices

Desde hace una década Internet lleva de las narices a los medios de comunicación. En este peregrinaje, las lenguas, que son utilizadas en las redes, en el periodismo on line, soportan los cambios que les produce vivir con la imagen, el gráfico, la velocidad y la improvisación. El deterioro del lenguaje empleado en las páginas web es detectable a simple vista, ya que en numerosas oportunidades el texto está compuesto con el rápido mecanismo de ‘copiar’ y ‘pegar’.

A ello debe agregársele una realidad: los medios digitales están más preocupados por el mercado que por el contenido de las informaciones.

Los editores o responsables de estos nuevos medios deberían saber que la lengua es un instrumento de poder, tanto político como económico, y que los medios son una especie de custodios del idioma, que oficializan y legitiman los cambios lingüísticos.

Esto no implica que el medio pueda editar y elegir los vocablos que considere más apropiados a su línea editorial. ¿Pero es necesario escribir scoring, sponsor, delivery, o pack, cuando existen equivalentes en español?

No se trata de acorralar al idioma, de tomar medidas policíacas, sino de respetarlo, defenderlo de los intrusos, de entender que scoring, sponsor y delivery no tienen más prestigio que las nuestras españolas.

El periodismo es reponsable del cuidado de la lengua. La necesidad de llamar la atención de sus lectores no puede hacerse a costa del maltrato, la alteración de las palabras, o la introducción de términos foráneos, sino a través de la creatividad de sus redactores. Quienes no solamente deben protegernos de los neologismos y extranjerismos innecesarios, sino de enseñarnos una de las mayores riquezas de la lengua española: su diversidad.

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El inglés es el lenguaje más poderoso e influyente en el planeta y los argentinos no escapan al idioma creado por el imperio. Es una lengua franca, y como tal, se incrusta, casi sin permiso, en todas las disciplinas y rincones. Pero su robustez no es su rostro más peligroso, sino el esnobismo de las personas que creen que el empleo de palabras inglesas (innecesarias) da más prestigio que las nuestras.

Los aromos en flor anuncian que la primavera está en camino y las tiendas de ropa se apuran en exhibir sus carteles de liquidación de la temporada otoño-invierno. Algunas boutiques, lo hacen con leyendas en castellano, otras en inglés, y las más osadas con un salpicado de ambos idiomas.

Aunque el lenguaje de la publicidad tiene la necesidad de ser simple, para llegar a la mayor cantidad de receptores-consumidores, constituye una de las disciplinas, junto con el marketing, que más vocablos nuevos de otras culturas introduce en el español. Empujados por la feroz competencia del mercado y la necesidad de mostrar constantemente un producto o servicio ‘nuevo’, los creativos de publicidad recurren al ‘efecto’ y para ello emplean el lenguaje, uno de los elementos más poderosos de la comunicación publicitaria.

No obstante, la búsqueda de expresiones lingüísticas atractivas por parte de las agencias de mercadotecnia, los lleva con frecuencia a contradecir la premisa de la publicidad: el mensaje debe ser claro y sencillo para que este pueda penetrar a la mayor cantidad de gente posible.

Esto puede corroborarse con una pequeña recorrida por la ciudad. La calle nos muestra que a muchos comerciantes tilingos les encantan los mensajes en inglés, aunque sus clientes no los entiendan…claro. Allí, pueden leerse leyendas simples y complejas, en español, en inglés y en una mezcla de ambos idiomas. Construidos con el primero, se hallan carteles con los vocablos, liquidación, fin de temporada, descuentos, y el que utilizaban nuestros abuelos: rebajas. Con ínfulas y en inglés: end of season, winter sale[s]; 25 % off ; sale up to 50 % off ; y en un innecesario spanglish: 20 % off descuento y 40 % off. Gran liquidación. Otoño-invierno 2009.

El inglés nuestro de cada día

Pero la fascinación por el inglés no es solamente de los propietarios de negocios de vestimentas. Un vistazo por la ciudad nos demuestra que hay muchos carteles urbanos con frases en ese lenguaje. Un colectivo para escolares tiene en su puerta la inscripción: automatic door; una caja de extinguidores de incendio de un edificio, advierte en caso de fuego, la siguiente instrucción: Fire alarm, pull down; un carrito de venta de palomitas de maíz anuncia sus pochoclos con la frase fresh popcorn; y la puerta de los sanitarios del cementerio, la distinguida grafía, toilet, la prima hermana, de la francesa toilette.

Los extranjerismos, los anglicismos entre ellos, pueden enriquecer una lengua, siempre y cuando sean necesarios y útiles, y no tengan equivalentes en español. De lo contrario sirven maravillosamente como ruidos semánticos, obstáculos que no permiten una adecuada decodificación de los mensajes. Sobre este asunto, el vicepresidente de la Fundación del Español Urgente (Fundéu), Álex Grijelmo, sostiene: ‘Hay que evitar ser manipulados al dar nombre a las cosas’.

A la chatura y el empobrecimiento del español hablado en la Argentina, por la falta de lectura, y el desinterés por el estudio y el conocimiento, debe agregársele que los argentinos son propensos y empedernidos consumidores de modas, entre los que se cuentan los nuevos giros del inglés, los cuales son utilizados con más ánimo de esnobismo que de practicidad.

El idioma inglés es veloz, versátil, práctico y universal, pero la claridad comunicacional es del español. Por ello, la pereza, la moda, el esnobismo, la pedantería, la estupidez y la falta de interés, no deben convertirse en elementos nocivos de nuestra idiosincrasia, cultura e identidad.


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