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¡ Sos más feo que una patada en los huevos… !

‘Acoso escolar y muerte: en Junín, otro caso que conmueve al país’; ‘Es escolta de la bandera, recibió una paliza brutal y teme volver al colegio’; ‘Claves para detectar y detener la violencia escolar’; ‘Denuncian que una joven fue agredida por sus compañeros en secundario de Neuquén’; ‘Estudiante agredido por cuatro compañeros’; ‘Tuvo que ser internado el estudiante agredido por otro en medio de los Intercolegiales de Oberá’; ‘Claves para poner un freno efectivo al bullying‘… Con titulares de este talante, todas las semanas, algún medio de comunicación en la Argentina difunde alguna información relativa al acoso, violencia y maltrato que ocurre en los grupos de niños, púberes, adolescentes y jóvenes en el ámbito escolar.

¿ Pero… la violencia ocurre solamente entre los estudiantes ? ¿Y el maltrato verbal que -en algunas oportunidades- los maestros, profesores, o preceptores le propinan a los alumnos ? ¿ Y los agravios o la falta de respeto de los alumnos hacia los docentes ?  ¿ Y la violencia, en la que está inmersa la sociedad argentina ?

Analizar estos interrogantes, nos obliga a saber que existe el maltrato y el acoso entre los estudiantes, que hay docentes que humillan a los alumnos, que hay estudiantes que son indisciplinados e irrespetuosos con los educadores, que esos alumnos también son violentos fuera de la escuela, y que los miembros de su familia y la sociedad se hayan inmersos en un sistema político, económico y social, desigual, mezquino, y lleno de injusticias y agresividades.

Si bien los actuales métodos de enseñanza en el país están lejos del uso del látigo, del bonete de burro, del puntero, de las penitencias y de la concepción: ‘la letra con sangre entra’, la historia y los sucesos actuales nos muestran que la pedagogía de nuestras instituciones educativas atrasa y que la violencia en ellas no ha cesado. Es que… para nuestros males… ‘el maltrato en el ámbito escolar es tan viejo como la escuela misma’. 

Un joven morocho

Pero… los casos no sólo ocurren entre los pupitres o en los recreos, sino también del otro lado del escritorio. Hurguemos entonces, en el archivo de la educación en la provincia del Neuquén y veamos un botón de muestra. El profesor de inglés, Juan Alberto Ará miró al estudiante con peinado rastafari, y le dijo a bocajarro: ¡ Vos sos más feo que una patada en los huevos… ! El joven, morocho y rolinga, le dijo al profesor que él no lo había insultado para tamaña acusación, le pidió no ser agredido e intentó defenderse. Con un natural mecanismo de defensa explicó al atrevido maestro y a sus compañeros de clase: ‘Para mí soy lindo y mi novia me quiere…’. Entonces… el temerario profesor le disparó otra descarga: ‘Pobre tu novia…’.

Cuando llegó a mis oídos este violento exabrupto, pronunciado por el teacher Juan Alberto Ará, o Ara, del Instituto de Formación Docente Nº 12*, me pregunté si el encargado de la Escuela San Martín estaría al tanto de estas cuestiones. Si en estos casos las autoridades hacen oídos sordos a esas brutalidades que, algunas veces, los maestros someten sin excusas a los estudiantes más débiles.

El hecho me recordó que no siempre el acoso, el hostigamiento, la denigración, el menoscabo, y la crueldad se gesta y se ventila entre el alumnado. También germina en quienes están encargados de la educación. El asunto me trajo a la memoria los castigos corporales que los curas con sotana aplicaban a los revoltosos alumnos, en los años 70, en el Colegio Don Bosco, (el padre Sarregui le pegaba con una pequeña campana de bronce a un tal Pedro Toscani); de las cargadas (y algunas veces humillaciones) a que nos sometía el maestro Pedro Cantarutti; y a esa católica, militarista y pobre pedagogía escolar de los salesianos: los varones debían estar separados de las mujeres, (Los nenes debían cursar su primaria y secundaria en el Colegio Don Bosco y las nenas en el Colegio María Auxiliadora. Una distancia de ocho cuadras entre ambas escuelas… una separación suficiente para evitar la copulación); la enseñanza de anatomía humana era sin genitales, y hasta en algunas oportunidades con un cura presente en la clase, que escuchaba las enseñanzas dadas por el médico; y en el aprendizaje del idioma inglés, además de las típicas frases, on the table, under the table, la maestra repetía de un libro la rara expresión: My tailor is rich… Y cuando practicabas la traducción en casa, surgía algo así como ‘mi sastre es rico’, una locución, un tanto extraña y fuera del contexto de cualquier niño, entusiasmado por los barriletes y sopapeado por los vientos de la Patagonia.

Acoso escolar, no bullying

A los funcionarios, políticos, pedagogos, docentes, maestros, profesores, estudiosos de la educación y especialmente a los periodistas y locutores: el ‘acoso escolar’ es ‘acoso escolar’, no bullying. ¿Por qué los argentinos tiene esa  detestable costumbre de darle prestigio a las palabras extranjeras innecesarias, cuando nuestro idioma español dispone de términos adecuados para designar o mencionar el asunto ? El que dice bullying, -además de mandarse la parte- emplea un anglicismo innecesario para expresar algún tipo de intimidación física o verbal que una persona o un grupo le propina a otra. Pero además -por andar echando fanfarronadas con la lengua franca- priva a muchos receptores a comprender el asunto, porque la mayoría de las personas -por lo menos en el sur de América- no saben qué significa la palabra bullying

La presidenta calla hechos violentos

Si la presidente Cristina Fernández dice que los problemas de violencia en la sociedad son una puesta en escena de los medios de comunicación opositores al gobierno; si la presidenta Cristina Fernández calla impunemente hechos violentos y graves, como el protagonizado recientemente por un grupo de efectivos de Gendarmería Nacional, que armó en plena calle un delito falso para detener y dar una golpiza a un manifestante; si la presidenta y ministros de su gabinete hacen oídos sordos a los asesinatos que se cometen a diario en la vía pública; si la presidenta Cristina Fernández incrementa su patrimonio en forma dudosa; si algunos de sus funcionarios están sospechados de corrupción y caminan exonerados por la vía pública; y si los medios de comunicación oficiales culpan a los medios de difusión antagónicos al gobierno, de comunicar y mostrar con mala fe una Argentina violenta; encontrar las soluciones a los problemas que padece nuestra sociedad, será inalcanzable y difícil.

Un fiel reflejo de la tozudez del gobierno nacional para tratar el asunto, lo evidencia a menudo el Jefe de gabinete de ministros, Jorge Capitanich. Para opinar sobre la violencia social en República Argentina, primero, se sacó el lazo de la responsabilidad y luego sostuvo entre dientes: ‘En la República Argentina existe una campaña deliberada para asociar la existencia de hechos delictivos, en una confección inusitada de una tasa… inexistente, inexistente en términos conceptuales, me refiero… y en general, de transferir el problema a la presidenta de la República’. Sabemos que por ley 24.059 por la Constitución Nacional, por las constituciones provinciales y por el fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, del 13 abril de 1859, […] sobre plaza de toros, la seguridad es competencia de las provincias’.

Para analizar los males que nos aquejan necesitamos abandonar la lucha unilateral de los hechos sociales que carcomen las buenas conductas de los miembros de la sociedad. Por tanto, la primera medida, es que todos los actores de la comunidad, el Estado, el gobierno, las instituciones, la familia, y los ciudadanos, tengan interés en solucionar el asunto. Esta premisa nos permitirá saber dónde están nuestras enfermedades, dónde están sus raíces, cómo se alimenta, cómo es su verdadero nombre, y cuál es la herramienta más adecuada para combatir esas violencias. Los problemas de conducta de los alumnos; el acoso y el maltrato escolar; la inconducta de los docentes con los estudiantes; la indisciplina del alumnado con los maestros; la moda de estigmatizar a otros a través de las redes sociales; el escaso valor que tiene actualmente el esfuerzo; el desinterés por la lectura y el conocimiento; el gusto actual por lo banal y superficial; el papel agraviante del Estado; la indefensión de los ciudadanos ante la voracidad del mercado; la corrupción y burocracia de funcionarios y políticos; la escasa función rectora que tienen actualmente las instituciones; los medios de comunicación alejados de su función social y dominados por la mercadotecnia y la publicidad; son muestras vergonzosas de una sociedad anómica, de una sociedad que se desmorona de a poco ante una población entumecida por los hechos de violencia.

* El Instituto es conocido en la ciudad de Neuquén como la Escuela Don José de San Martín.

Juan Mario Galdeano

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