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Posts Tagged ‘aduladores’

Entre las malas artes del periodismo muy pocas cosas pueden provocar tanta vergüenza ajena, que observar a un periodista que llama a un político o funcionario por su apodo o alias, lo saluda con besos y abrazos, le hace chistes ante cualquier nimiedad, le festeja y adula todo movimiento, se esmera para no incomodarlo con ninguna pregunta, y lo trata de ‘vos’ durante toda la entrevista.

Fotografía de Juan Mario Galdeano.

Afiche en San Juan y Entre Ríos. Ciudad de Buenos Aires.

Hace unos días, un entusiasta de la obra del periodista Rodolfo Walsh pegó un afiche del escritor en la esquina de San Juan y Entre Ríos en la ciudad de Buenos Aires. El volante no fue puesto allí en balde, porque fue en ese lugar donde varios represores de la dictadura militar hirieron y secuestraron a Walsh el 25 de marzo de 1977, luego que él comenzara a distribuir y dar a conocer la Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar.

El mensaje original del volante era una expresión sin términos medios que Walsh le gustaba decir: ‘El periodismo es libre o es una farsa’. No obstante… la mano de un transeúnte quitó el papel que tenía la palabra ‘libre’ del afiche y la frase quedó algo así como: ‘El periodismo es… o es una farsa’.
No sabemos si por obra de la casualidad o causalidad, estas últimas palabras son los términos representativos del periodismo que actualmente despliegan algunos medios de comunicación y periodistas en la Argentina, más vinculados con los intereses de mercado de sus empresas que de la función de informar, comunicar, emitir opinión, y practicar el periodismo libre y honesto. Más vinculados al show, al entretenimiento, a la grosería, y a la estupidez.
Es allí, donde las ‘mentiras’, las ‘tergiversaciones’, y las ‘operaciones de prensa’, abundan. Donde algunos ‘periodistas aduladores de políticos y funcionarios y con talonarios de publicidad en sus bolsillos’, convierten a determinados servicios y productos periodísticos y de entretenimiento, en una farsa.

Periodismo trivial

Debido al interés del público por productos periodísticos y de entretenimientos banales y triviales, más la voracidad del mercado por convertir todo servicio periodístico en puras ganancias, muchos periodistas corren al son de aquello que produzca impacto en el receptor, sean estos vinculados con la moda, el escándalo, el rumor, la sangre o el chusmerío, sin importarles las noticias que poseen valor social para la comunidad.

Es una realidad (que todos deberían saber) que el periodista es dependiente de la editorial para cual trabaja y del público, y que pueden existir contratos publicitarios entre la empresa periodística y el funcionario que va a entrevistar, pero que ello no lo obliga a convertirse en un adulador, en un servil, en un obsecuente, o si se quiere, en un copiador o chupamedias del poder político.

También es una realidad la presión que ejerce la publicidad oficial. Que no sólo produce cierta censura en las redacciones y autocensura en los periodistas de los medios de comunicación, sino algunas actitudes de adulación, sumisión, pleitesía, humillación, y sometimiento.

Malos hábitos

En el periodismo hay buenas y malas artes. Periodistas, estudiantes de comunicación, y pasantes universitarios en estaciones de radio y televisión, serios y dignos; periodistas complacientes que dejan como ‘ogros’ a sus colegas, cuando en las impuntualidades de las conferencias de prensa, no formulan queja alguna; periodistas que comparten bromas con cualquier funcionario, incluso aquellos que los hacen esperar más de una hora para la rueda de prensa; periodistas que colocan el micrófono y lo desactivan cuando el funcionario finaliza el monólogo; periodistas que no eligen a su interlocutor, sino que acceden la sugerencia del gabinete de prensa del organismo; periodistas que ‘repiten’ lo que les suministra el poder, porque con la publicidad que reciben pagan el espacio en la radio donde tienen sus programas; propietarios de pequeñas radios de frecuencia modulada, que lo único que los moviliza es la recepción de publicidad; periodistas que no se sienten representantes del medio del cual trabajan, ya sea por sobre trabajo o por los sueldos magros que perciben por su labor; periodistas y fotógrafos que no reciben recursos de publicidad por parte del Estado, pero sí dinero en negro; periodistas que se esmeran en agradar a los políticos; periodistas que se ocupan exclusivamente a transitar los pasillos de las instituciones con un talonario de publicidad; periodistas que desempeñan el papel de ‘bolos’ y que salvan al funcionario de una posición incómoda en una entrevista colectiva, mediante una pregunta que lo saca de cuajo del tema que estaba tratando; periodistas que desconocen que ello es una rendición al poder político y que tales posiciones afectan el prestigio del oficio que despliega quien tiene el deber de informar a la comunidad; y aquel que no advierte lo desagradable que es escuchar una entrevista donde el periodista trata de ‘vos’ al entrevistado. (Si bien hay excepciones, con el tuteo, desaparece la credibilidad, aparece la sospecha de connivencia entre los interlocutores, y le quita la cortesía y el respeto que el periodismo debe brindar).

Cierta distancia e imparcialidad

Es cierto que los periodistas no son libres ni independientes absolutos y que muchas veces padecen censuras, y también casos de autocensura. Y que actualmente el mercado (y la publicidad en ella) ha devorado el espacio para aquellas noticias de escaso valor periodístico, pero que poseen importancia social para la comunidad.

También es cierto que los periodistas necesitan tener buenas relaciones y cordialidad con sus fuentes informativas, pero cuando los besos y abrazos, los agasajos, y los obsequios se petrifican en la relación periodista-funcionario, ‘la cierta distancia que se necesita para ser imparcial se esfuma y el espacio que el periodista busca para pronunciar una crítica de la gestión gubernamental, desaparece’.

Pese a que en el periodismo actual, muchas veces la trivialidad le quita lugar al rigor periodístico, y la actividad en algunas oportunidades se parece más a un show, y donde la mayoría de los medios de comunicación se encuentran alineados con el gobierno de turno, ‘un periodista no puede ser un adulador, un servil, un obsecuente, un arrastrado, una persona boba o un chupamedias del poder político’.

Un periodista, un comunicador social, debe saber que su oficio no es un hobby. Y que para expresar el arte de informar, comunicar y emitir opinión sobre los asuntos públicos y privados, no es tan necesaria la objetividad sino la honestidad y un acabado conocimiento de los límites de los deberes y derechos de los periodistas.

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